La cara mala de Facebook (1/4)

En esta crisis de reputación de Facebook y Cambridge Analytica yo planteo una reflexión: ¿Es posible una organización multinacional ser apolítica? Este es uno de los principales desafíos éticos de toda multinacional, pero eso es aún más importante cuando una empresa no está simplemente involucrada en el negocio de vender productos y servicios, como gasolina, zapatillas o perfumes. En el caso de Facebook, que se define ambiciosamente como una empresa que quiere ‘make the world more open and connected’ está claro que es bastante complicado. La misión de la empresa entra en ruta de colisión con el derecho a la privacidad y el poder de quienes usan nuestros datos en la publicidad vía Facebook como una arma de influencia.

En este sentido, la iniciativa #DeleteFacebook, aunque no va a afectar en casi nada a la empresa, es un indicador interesante de un posible cambio de humor social en relación a la simpática empresa azul. Eso porque la iniciativa expresa un rechazo y la conciencia de que las redes sociales, y en particular Facebook como su principal actor, no es algo tan inocente como las caritas sonrientes o los pulgares arriba de sus iconos. O los posts de perros y gatos.

En esta crisis de Facebook y Cambridge Analytica lo que vemos claramente es el cuestionamiento de la ética de una empresa con fines comerciales por la manera por la cual:

  1. Gestiona los datos que ha conseguido de las personas
  2. Entiende lo privado como algo comercialmente rentable
  3. Administra la confianza que sus usuarios y clientes tienen en ella

Es un caso extremadamente complejo con implicaciones para cualquier empresa que se mueve en la economía digital. Y que por lo tanto necesita de algunos parámetros acerca de estos temas para saber cómo tomar sus decisiones estratégicas. En los próximos tres posts voy a intentar abordar estos puntos. To be continued…

La reputación online es un hecho

La reputación online es un tema que he estudiado desde 2008 cuando Barack Obama logró ser el primer presidente norteamericano elegido claramente por el uso de las redes sociales. Desde entonces, busqué comprender cómo se podría usar Internet para crear una reputación, sobre todo en el ámbito empresarial. En 2013, presenté en la Université Toulouse 1 Capitole (Francia) un artículo científico en co-autoría con José Piñuel Raigada, mi orientador de tesis y catedrático de la Universidad Complutense de Madrid.  El simposio se llamaba  E-réputation et traces numériques: Dimensions instrumentales et enjeux de société.  Mi artículo abordaba un aspecto cada vez más relevante de la presión social en las organizaciones, que es el activismo online.  Pasados muchos años desde aquellos tiempos pioneros, veo que la construcción de la reputación mediada por la tecnología digital es un hecho, a pesar del escepticismo inicial de algunos autores más ortodoxos. Posiblemente a ellos les faltaban los modelos necesarios para comprender lo que es, en definitiva, otro mundo.

Hoy es impensable para una empresa mínimamente sofisticada existir sin los elementos centrales de la gestión de la reputación online: un sistema de monitorización, un plan estratégico para desarrollar la presencia y las interacciones en el ecosistema digital (website, redes sociales, apps, etc.), y los planes básicos de un programa de creación y sostenimiento de la reputación online: plan de marketing viral, RRPP online, presencia en buscadores, experiencia del cliente y gestión de riesgos y crisis.

La importancia de los medios tradicionales en la construcción de la reputación sigue existiendo, pero, como se puede ver en el escándalo reciente de Facebook y Cambridge Analytica, el territorio de la construcción (o destrucción) de la imagen y reputación de personas o empresas se produce cada vez más en el ámbito online. La confianza es cada vez más digital y menos analógica.